T A X O N Í R I C A



 T A X O N Í R I C A

Bienvenidos al Catálogo de la Biodiversidad de mis Sueños. 
Tómenlo como algo provisional… como recién salido de mis noches y
mis duermevelas.

Les presento, sí, a los seres efímeros que habitan en mis fantasías dormidas. 
Quizás también pertenezcan a las suyas…, ¡quién sabe! En esto de soñar cada uno avanza por universos propios.
Será por eso que mis seres no tienen nombre. Porque a lo mejor son suyos sin yo saberlo.

Comprenderán, entonces, que les ruegue que nos lo miren solamente con afán enciclopédico . O sí… si así lo quieren. 
En realidad, mi intención es invitarles a ponerles nombre, si este fuera su gusto, a practicar las declinaciones de su latín dormido, que acaso nunca acabaron de aprenderlo bien, ¿recuerdan? A practicar conmigo a ser taxonomista de sueños. 

Porque no había sido mi pretensión bautizar a mis animáculos ni a mis plántulas… recién estoy aprendiendo yo también a ser taxónomo. 
Hasta hace poco, solo era un naturalista de campo de sueños que rehuía la nomenclatura porque me hacía sentir que los ahogaba en formol y los conservaba en naftalina. Y acogía a mis seres tales y como eran. Estaban conmigo para ser libres. 

Cuando trabajaba en fijar con mis lápices la imagen de mis ensoñaciones, me atacaba reiteradamente la misma duda: ¿cuántos universos habitan nuestro mundo?, ¿qué lugar ocupa el mío de cada noche?, ¿cuántos Humbolt serían necesarios para desvelar los secretos que esconde cada uno de nuestros cosmos, para describir sus infinitas y caprichosas simbiosis, sus antagonismos recurrentes o espontáneos, la fastuosidad de los paisajes oníricos? Imagínense… si los míos, con cada ensoñación, se entreveran con el aire tras cada bostezo y me impiden que distinga lo tangible de lo intangible, las criaturas de la realidad en la que dicen que vivo de las de realidad en la que siento que sueño… ¿qué poder decir de sus mundos que desconozco?

Sé que mis formas viven. Son el fruto necesario de la contingencia de mi vida y de la evolución de mis anhelos. Están adaptados a mis temores y a mis esperanzas. Han sobrevivido a mis despertares. Son la descendencia de mi yo.

Se retuercen en espirales sinuosas conchas que esperasen a que un nuevo Haeckel las contemplara; algunos de mis seres recrean diseños de nautilus delicuescentes y de orquídeas flamígeras; otros nadan en los océanos de mis ausencias como foraminíferos vaporosos o como lumaquelas etéreas. ¿Entienden por qué les aseguro que me siento feliz cuando las contemplan? Ya no soy solo yo el que las pregunta ni el que las vive. 

Y lo mejor de todo es que mi biodiversidad no está amenazada. No está en peligro de extinción. 

Me seguiré empeñando cada noche en continuar dándole forma, dándole vida en cada uno de mis aconteceres oníricos, guardándola al amanecer en mi imaginación para poder aportarles la realidad de su imagen y compartirla. 

Y les pediré que con palabras me ayuden a vivificarlas. Porque, a fin de cuentas, solo cuando nombramos aprehendemos la realidad y hacemos realidad los sueños.

Ramón Guzmán



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